martes, 9 de octubre de 2012

¿Por qué escribes?


¿Por qué escribes?

"Una vez una chica se me acercó con mi primera novela en las manos."

En no pocas de las ocasiones en las que voy a un colegio o instituto a encontrarme con los chicos que han leído alguno de mis libros, hay ciertas preguntas que se repiten. Da igual si esos chicos son de Tetuán, de Cangas del Narcea, de Almería o de Callosa d’En Sarrià, hay una serie de preguntas que siempre aparece:
¿Vas a hacer película de este libro?
Bueno… Yo no hago películas, yo escribo libros. Si alguien quiere hacerla, por mí encantado, pero no es algo que dependa de mí.
¿Cuánto dinero has ganado con este libro?
Entre poco y muy poco, tirando a menos.
¿Cuánto tiempo has tardado en escribirlo?
(Aunque yo considero que el tiempo invertido es el justo, a más de uno le parece una exageración.)
Y, después, de alguna de las filas de lectores que me observan, surge LA PREGUNTA: ¿Por qué escribes?
No digo que no haya ocurrido, pero nunca he visto que a un futbolista le pregunten: “oye, ¿tú por qué juegas al fútbol?” Ni a un dentista: “¿tú por qué pones empastes y haces limpiezas bucales?” Ni a un fontanero: “¿tú por qué arreglas fregaderos?” Pero para los escritores es una pregunta habitual. Vamos, eso creo. ¿O acaso solo me hacen esa pregunta a mí? ¿Será que no doy el pego, que no tengo cara de escritor? Todo es posible.
Como sea, en mi mente, las preguntas y el orden en el que son formuladas parecen planificadas de antemano: Si no van a hacer película, si no te forras, si tardas tanto tiempo en escribir un libro, entonces ¿por qué escribes?
Y para esa pregunta no tengo una respuesta definitiva. Tengo muchas. Creo que cada escritor tendrá las suyas, sin duda, y quizá no coincidan para nada con las mías, o tal vez sí.
Escribo porque no puedo evitarlo.
Porque no quiero evitarlo.
Porque estoy convencido de que uno debe hacer lo que le gusta, y a mí lo que me gusta es escribir.
Porque me encanta crear universos enteros en un folio en blanco.
Porque tengo tinta en las venas.
Porque estamos hechos de historias.
Porque al escribir puedo, sin moverme de mi habitación, recorrer las calles más siniestras de Londres, entrar en una mansión en un bosque alemán, curiosear entre las ruinas de una abadía asturiana, intentar atrapar a un oficial nazi, esconderme de las bombas…
Porque no hay alegría comparable a la de ver cualquiera de mis libros en el estante de una librería, ni mucho menos en las manos de un lector.
Porque una vez una chica se me acercó con mi primera novela en las manos para decirme “yo me la he leído dos veces, al llegar al final empecé otra vez”.
Porque escribo mejor que hablo.
Porque quizá sea lo que mejor sé hacer.
Porque las palabras se las lleva el viento y yo las cazo al vuelo. O lo intento… Pero, inevitablemente, algunas se me escapan.

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